27.7.09

Celoso






Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.


Un día le dijo:
-Tus ojos miran a todo el mundo.

Entonces, le arrancó los ojos.


Después le dijo:
-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.

Y le cortó las manos.


“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.


Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.


Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.


Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.


Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.






Historia del joven celoso, de Henri Pierre Cami

6.7.09

En tu pequeña burbuja empañada

Claro que las personas no cambian.
¿Por qué habrían de hacerlo?
Sigo siendo el mismo ingenuo
que cree que los ciegos
sanan de modo espontáneo.
Evidentemente no curan
ni los libros ni los lauros,
ni los cargos ni los birretes.
Un ser oscuro es un vórtice.
Y contra eso, nada.
Ni mi necedad.

2.7.09

F L U


















Eviscerado. Desmantelado el sueño busco reubicarme en el tiempo. Porque no distingo un mes atrás de un año atrás, de seis años atrás. Todo zumba. Las córneas piden piedad. Arde la garganta sin haber gritado. Arden las yemas de los dedos de los pies.

Los nudillos hacen crack. El cuello. La columna. El cuello otra vez hace crack.

En la otra habitación ella duerme.

Yo me aturdo.