11.3.11

Un prócer

De solo suponer que al morir sabremos todo de todos, y a la vez perdonaremos todo a todos, porque a la larga seremos igualados de un hachazo, creo que pesaría más todo el tiempo de muerto en vida, de cobardía silente, de tristes corazas al deseo incendiario pero acallado, el huracan inservible, la explosión que a nadie chistó.

De suponer, en cambio, que el hachazo nos devuelve a nuestra eterna normalidad de nada pura, más pesado todavía el haber sido nada en vida, nada en cueros, nada en el habla.

La vida del que espera sabiendo que lo más parecido a una certeza es que el estado de las cosas aplaste su torpeza, es algo tan triste, tan reprochable.

No me vengan con la abnegación, el destino del héroe, la honra y el ser de bien.

Que me mires cada noche se carga la hidalguía de los próceres que deberían ser mi ejemplo.

Y así y todo, tan muerto y tan frío como soldado de bronce a la monta. Y ninguna pata alzada del corcel, porque esta batalla está perdida, y mi arrojo es pura vergüenza.