16.10.11

El peor sueño




Hay noches en las que prefiero no dormir, porque sé que voy a soñar una vida imposible. Voy a soñar que aquí no ha pasado nada, y que el vacío que dejaste en mi placard fue sólo una pesadilla. Y voy a sonreír con los ojos cerrados, con un alivio tan pacificador que mis músculos volverán al reposo, mi mandíbula no apretará y mis puños se desarmaran en manojos de dedos blandos.

Voy a soñar con un pasillo iluminado con la luz del sol, con vos llegando sin hacer ruido con los zapatos, trayendo en cada mano ramilletes de primavera no apta para alérgicos al polen.

Sonarán acordes de éxitos de los noventa, y apuraremos el paso para sacarle una vuelta a esa pareja de gorditos en la pista en donde entrenan los atletas con caras de embobados.

Nos esconderemos de los vecinos chismosos, que pispean desde la ventana a ver si nuestro beso es en la mejilla o un poquito más allá de lo que permite el decoro.

Y siempre, en cada fotograma de ese sueño cruel, tu sonrisa será la marca de agua, la prueba de originalidad, el holograma dentro del holograma, que será ese sueño tirano.

En esas noches lo peor pasa, y es tanto el esfuerzo que termino vencido, y caigo. Y es como caer para arriba, flotar en una marea diáfana y absurda como el amor arrebatado. Con la belleza y la longevidad de un jazmín del aire. Con la perversa sinrazón de haber estado ausente mientras tanto, y ardiendo de cuerpo presente cuando todo se ha ido.