y padre de la culpa
Oprimir
Dar vuelta la cara
Nadar lejos, vencido,
Sal y desierto.
Hay noches en las que prefiero no dormir, porque sé que voy a soñar una vida imposible. Voy a soñar que aquí no ha pasado nada, y que el vacío que dejaste en mi placard fue sólo una pesadilla. Y voy a sonreír con los ojos cerrados, con un alivio tan pacificador que mis músculos volverán al reposo, mi mandíbula no apretará y mis puños se desarmaran en manojos de dedos blandos.
Voy a soñar con un pasillo iluminado con la luz del sol, con vos llegando sin hacer ruido con los zapatos, trayendo en cada mano ramilletes de primavera no apta para alérgicos al polen.
Sonarán acordes de éxitos de los noventa, y apuraremos el paso para sacarle una vuelta a esa pareja de gorditos en la pista en donde entrenan los atletas con caras de embobados.
Nos esconderemos de los vecinos chismosos, que pispean desde la ventana a ver si nuestro beso es en la mejilla o un poquito más allá de lo que permite el decoro.
Y siempre, en cada fotograma de ese sueño cruel, tu sonrisa será la marca de agua, la prueba de originalidad, el holograma dentro del holograma, que será ese sueño tirano.
En esas noches lo peor pasa, y es tanto el esfuerzo que termino vencido, y caigo. Y es como caer para arriba, flotar en una marea diáfana y absurda como el amor arrebatado. Con la belleza y la longevidad de un jazmín del aire. Con la perversa sinrazón de haber estado ausente mientras tanto, y ardiendo de cuerpo presente cuando todo se ha ido.
Claramente escribo / sobre la plena certeza / de que no podrás leerme / porque para ello tendría / que comenzar todo de cero / y cuando digo todo / es la tierra, la vida en ella / la migración las revoluciones / las causalidades irrisorias del sino / que hicieron que a destiempo / vos y yo seamos tan cercanos / tan nacidos para la indiferencia / tan estúpidamente bellos / en mi sueño de anhelo imposible.
Porque puedo / y claro, ya ni me privo / mirarte embelezado / atónito, como idiota / ante el ojo crítico / de terceros en discordia / y la capciosa culpa / de tener una certeza / tan inútil como un mástil / sin bandera, sin pasado / como un arco sin victorias / sin desfiles ni suicidas / dispuestos a dar el salto.
Ni siquiera yo me atrevo / a un arrojo honroso / a tono con tanto imposible.
Si al menos vieras lo que se ve de tan lejos.
Es la más plena noción de abandono / la que me reduce a un eco seco / de versos secos a tus ojos.
"Soy de los que consideran que la persona a quien no le gustan los Beatles es muy poco confiable. Me quedé atónito mirando a una persona que es lo más parecido a un santo en la Tierra".
(Javier Malosetti)
Recién estoy encontrando algunas palabras para tratar de interpretar a Paul Mc Cartney en vivo en River. Y siento que lo que vaya a decir va a quedar desdibujado, a la manera de un cover intentado sin gracia. Porque sin gracia, podés tocar Blackbird, pero el pajarraco se te muere enjaulado. Y me temo que lo que pueda decir sobre la experiencia -que es la palabra que le cabe a todo esto, y allí no dudo- se quede a ras del suelo.
Mi corazón, que como saben los que me regalan su amistad, es una pequeña piedra pómez, se multiplicó. Y mi ser mezquino, miserable, se sintió como nunca antes, extrapolado, flotando. La platea San Martín baja, tan privilegiada para el botellazo certero a un lineman, era una lejana grada que guardaba respeto y devoción por la divinidad. Porque nunca estuve tan lejos de un escenario en un concierto, y tal vez de haber estado más cerca no hubiera sido correcto alzar la vista y mirar cara a cara. Y la grada era una estructura de la atemporalidad, en donde tres horas es un recuerdo, en donde la música triunfa sobre el sonido, en donde canciones que no pueden ser verdad son la revelación.
Hubo un momento en donde realmente me costó creer. Ante el tamaño de la evidencia, uno duda. Le pasará al que escala y llega a la cima imposible, al náufrago, al astronauta. Fue en la seguidilla Let it be - Live and let die - Hey Jude. ¿En qué unidad de medida se puede asir? ¿Cómo hay que ubicar el cuerpo para atajar eso que te cae encima?
Entonces comprendí qué quieren representar los directores de cine cuando filman al actor quieto, mientras que alrededor de él la gente pasa como en cámara rápida, eso de "toda mi vida en un segundo". Entendí el significado del vértigo y del salto al vacío. Y no, no a la manera destructiva de Manson.
Paul, en River, se cagó en las leyes del tiempo. Las domina, por espacio de algunas horas, y ese don lo pasea por algunas ciudades del mundo. Es el metafísico práctico de la cultura popular. Hace más de 40 años le salió Blackbird, y le sale todo lo arriba enumerado. Al tipo le sale. ¿Qué es eso? ¿Qué no hacer ante eso?
El primer síntoma de cambio es radical, y es apenas el primero: con la certeza de que nunca más en mi vida un concierto sea tanto, no me apeno, sino que me siento agradecido. Es que hay cosas que cobran sentido así, no en la habitualidad, sino en el quiebre, en la inflección. Como la cima del que escala, como el espacio del astronauta.
Por una vez, disfruté de cada paso de mi vida.