23.10.06

D E B U T

Subí los dos escalones sin levantar la cabeza. No podía disimular la sonrisa. Todo pasaba tan rápido pero no dejé de sonreir en ningún momento.

Y aunque estaban todos, y el silencio era feroz, estábamos solos. Los cuatro, como en las noches de los miércoles en las que nos duele la espalda.

Y estaba solo, como cuando escuchaba la voz de jim morrison en mi cuarto casi a oscuras por el filo de la luz de la calle que filtraba la persiana.

Estaba solo como cuando rezaba.

Las manos se paralizaban, decidían morirse sin mi permiso. El suelo era rojo y estaba infestado de cables. La luz caía de lleno y mis manos brillaban.

Sonamos como nunca, como la primera vez.

Nos miramos antes del último golpe, y luego a todos los que de repente aparecían allí, y gritaban y aplaudían y saltaban.

1 comentario:

numaleon dijo...

Y sí. Una de las mejores sensaciones, cuando se puede.