28.8.11

La suerte es un trebol venenoso



Claramente escribo / sobre la plena certeza / de que no podrás leerme / porque para ello tendría / que comenzar todo de cero / y cuando digo todo / es la tierra, la vida en ella / la migración las revoluciones / las causalidades irrisorias del sino / que hicieron que a destiempo / vos y yo seamos tan cercanos / tan nacidos para la indiferencia / tan estúpidamente bellos / en mi sueño de anhelo imposible.

Porque puedo / y claro, ya ni me privo / mirarte embelezado / atónito, como idiota / ante el ojo crítico / de terceros en discordia / y la capciosa culpa / de tener una certeza / tan inútil como un mástil / sin bandera, sin pasado / como un arco sin victorias / sin desfiles ni suicidas / dispuestos a dar el salto.

Ni siquiera yo me atrevo / a un arrojo honroso / a tono con tanto imposible.

Si al menos vieras lo que se ve de tan lejos.

Es la más plena noción de abandono / la que me reduce a un eco seco / de versos secos a tus ojos.

Así son

tus besos son susurrados / son goteras de cuerito flojo / son la lluvia que casa a las viejas / son miguitas de pan del mantel de la abuela / son arena de jugar en la plaza / son la huella de un caracol dibujado / son ramitas que deja la tormenta / son los grillos cuando hace calor / son los tambores que suenan en otro barrio / son las tres teclas más altas del piano / son el tono de espera de una larga distancia / son dos pisos sin ascensor / son el vuelo de un boleto de tren / son los jueves a la hora del té / son los lunes cuando esperamos el sol / son las noches que no te tendré.

You're offline

Anclado en la descomunicación. Los cordones desatados, los abrigos desabotonados, los secretos desollados. Atemperado. Inmovilizado cuando el frenesí resiste la rutina. Van, vuelven, ráfagas de gente y uno aquí, "estatuado". Fuera de servicio. Fuera de combate. Dentro, clavado, pero por eso fuera. Estación fantasma fuera del recorrido.Y el modo animal de aullar, y el novedoso modo de alzar la voz con un pulgar, con un repiqueteo de notas trashumantes. En la era de los instantes, anclado y reclamando a la noche la propiedad intelectual del verso que perjura solitario. Fuera de la línea, de marginal para excluído, de los extremos a los derrumbres, de cataratas a la ceguera. Una última ilusión de apropiación abrupta, un discurrir de sandeces de loco que habla solo en un anden en hora pico.

And i ride and i ride

Intentar ser el pasajero de la canción de Iggy Pop, repetir la vuelta de acordes una y otra vez, girar, marear, levitar, desgañitar, sacudir los simientos, levantar las sillas, las macetas, las baldosas, los árboles, los cableados de luz, los puestos de diarios, los autos, los chalecitos, las fábricas, los puentes, el parque municipal, la red cloacal, los estadios con sus tribunas colmadas, las estaciones de trenes con sus trenes y sus talleres y el tendido, los campos sembrados, las vaquitas siempre ajenas, las minas de carbón, todos los kilómetros de ruta, lagunas lagos y ríos, los glaciares, los siempre olvidados hielos continentales y todas las especies de pingüinos y cetáceos que habitan en las aguas más australes, y que se enmarañen con los kelpers, los buques japonenes, los camiones, los buses de larga distancia, las estaciones de servicio, los pozos petroleros, los hangares, las bases militares, los silos, los cementerios, las piscinas y las usinas eléctricas que por el mismo impulso son arrastradas hacia arriba, a bailar, a golpear, a relucir, a desafiar los principios físicos del equilibrio que hace que lo blanco sea siempre blanco y lo negro se esconda, que todo tienda a caer y que todos tiendan a morir, y a privar las manos de tocar los ojos sin dañar, y a privar la boca de morder sin lastimar, siempre a privar y nunca a primar lo impetuoso que se esconde en el tipo que decide entre ser el pasajero de la canción de Iggy Pop o ser una bala de salva que no suena al disparar.

8.8.11

Nadie hace lo que quiere

Yo no quiero estar encendido de alegría porque esa alegría está alimentada en laboratorios, en donde los químicos se combinan de modo antinatural, todo inducido por que vos (sí, vos) me penetrás irremediablemente bella. El punto en todo esto es que me abstraigo de todo mu, y puedo recuperar esa destreza de detenerme en un detalle mínimo (el largo de una pestaña, el arco de los dientes de una sonrisa, la proporción de los muslos en función de los tobillos o el torno de los dedos de tu mano izquierda) y estoy apresado, girando de contento, aun con un pie clavado al piso.

Lo extraño es que no quiero, pero quiero. Quiero decir: no debería querer estas burbujas atómicas que estallan en fa mayor sostenido y en si. Pero lo que quiero y lo que debo no se lo debo a nadie.